Con la parálisis económica global inducida por el coronavirus, los niveles de contaminación y emisiones de carbono están disminuyendo en todas partes, dejando cielos más azules y reduciendo el esmog en las ciudades.
Se espera que las emisiones globales de CO2 disminuyan en casi un 8% este año, la mayor caída en la historia. Esos datos, si bien muestran el lado positivo de un momento trágico, muestran también el gran desafío que se avecina, ya que para lograr los objetivos del Acuerdo de París necesitamos, todos los años hasta 2030, una reducción de las emisiones de CO2 de la misma magnitud que la inducida por el COVID-19.
El nuevo coronavirus resalta los peligros de ignorar a los expertos y los datos científicos. Expertos en salud como el especialista en enfermedades infecciosas Michael Osterholm, el virólogo Robert G. Webster y la médica Luciana Borio, entre otros, han estado llamando la atención sobre el riesgo de una pandemia durante años. De la misma forma, los científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático han estado advirtiendo durante años que el calentamiento global también representa una amenaza para la salud de la población y la actividad económica, lo que obliga a una respuesta integral.
Tanto la pandemia como el cambio climático son de naturaleza global. No respetan las fronteras nacionales y nadie es inmune a sus impactos. Solo las acciones conjuntas controlarán efectivamente la pandemia o mitigarán la escala del cambio climático.
La crisis causada por el Covid-19 también nos enseñó que la acción temprana es esencial y que la inacción es costosa tanto en términos económicos como en términos de vidas humanas. De la misma forma, cuanto más tarde se tomen medidas para mitigar el crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero, más difícil será limitar el calentamiento global y mayores serán sus impactos en la economía, así como en la vida de las personas.
La “nueva normalidad”: uso de energía en un mundo pos-pandemia
El mundo posterior a Covid-19 se verá muy diferente al de antes de la pandemia, y el uso de la energía estará entre las áreas afectadas por las transformaciones en curso. Las personas y las empresas están más propensas al teletrabajo, al menos durante parte de la semana. Los desarrolladores de aplicaciones de reuniones en línea ciertamente están viendo el enorme mercado para este software, y lo harán cada vez más amigable, haciendo que viajar a reuniones o viajes para participar en talleres y seminarios sea menos necesario.
Varias escuelas y universidades que han estado ofreciendo cursos de educación a distancia sin duda han identificado el potencial para crear cursos que utilicen recursos web a fin de evitar el desplazamiento de los estudiantes. La atención médica remota en sí misma ha demostrado ser útil para resolver problemas de salud menores o para resolver dudas sobre el uso de medicamentos sin la necesidad de viajar a clínicas y hospitales.
Un informe reciente del New York Times reveló que tres de los mayores inquilinos comerciales de la ciudad de Nueva York, Barclays, JP Morgan Chase y Morgan Stanley, que tenían decenas de miles de trabajadores de torres en Manhattan, decidieron que es muy poco probable que todos sus empleados regresen a estos edificios. La crisis obligó a estas y otras empresas a descubrir cómo funcionar productivamente con los trabajadores que operaban en sus hogares, y se dieron cuenta de que no todo era malo. En otras palabras, el mundo posterior a la pandemia tendrá mucho menos viajes, lo que reducirá el consumo de petróleo y aumentará significativamente el uso de la teleconferencia y la computación en la nube. Como resultado, experimentaremos un aumento en el uso de electricidad.
De la misma forma, la pandemia también ha resaltado la importancia de las herramientas digitales. En una época de distanciamiento, se ha demostrado que los sistemas de construcción con inteligencia artificial son cruciales para permitir la supervisión remota, los controles, la detección de fallas y otros recursos. Como los recursos digitales también permiten una mayor eficiencia energética en edificios públicos y comerciales, veremos en un escenario posterior a la pandemia una optimización del uso de energía en los edificios. Los sistemas de automatización de edificios ayudarán a las empresas de servicios públicos y a los clientes a personalizar las instalaciones para reducir el uso de energía. Además, las distribuidoras están empleando inteligencia artificial para interpretar los datos del medidor del cliente y optimizar el uso de energía.
El momento crucial para la transición energética
A pesar del escenario positivo en términos de reducción de los desplazamientos y la propensión a aumentar la digitalización, el futuro del consumo de energía, la matriz de generación y las emisiones aún está abierto, y depende de las decisiones que tomemos para fomentar el retorno del crecimiento. Los gobiernos de todo el mundo están diseñando paquetes de estímulo masivo para tratar de reanudar sus economías después de que la pandemia haya mejorado. Es probable que estos enormes programas de gasto por su tamaño definan la infraestructura de los países en las próximas décadas. La batalla sobre cómo gastar los recursos de recuperación definirá el mundo pos-pandemia. Restaurar la vieja economía o invertir en una economía baja en carbono es una decisión que determinará el camino de las emisiones y nuestro futuro climático.
El trauma económico es tan grande que la prioridad inmediata de los gobiernos después de la epidemia será, correctamente, la reanudación del crecimiento productivo y la creación de empleos. Sin embargo, existe el riesgo de que, ante la urgencia económica, dejemos de lado las aspiraciones de descarbonizar la economía en busca de soluciones que tendrán consecuencias negativas a largo plazo, como revertir los estándares ambientales o subsidiar industrias pesadas basadas en combustibles fósiles.
La Unión Europea está bajo presión para archivar iniciativas climáticas cruciales, como la ley climática, que ha sido resistida por los países de Europa del Este, y las políticas de reducción de emisiones, a las que se han opuesto las aerolíneas. Lo mismo ocurre en los EE. UU., donde las reglas de emisión de vehículos que fueron una parte central de los esfuerzos del país para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, se han revertido recientemente. Sin duda, se puede encontrar una situación similar en América Latina y el Caribe (ALC), donde la pandemia ha tenido un gran impacto económico.
Si por un lado existe el riesgo de que la recuperación económica tenga lugar sobre la misma base que en el pasado, por otro lado, el volumen de recursos que deberán aportar los Estados es una oportunidad para reanudar el crecimiento de diferentes maneras e invertir en una recuperación que acelere la transición energética. El clamor por un estímulo verde ya se está extendiendo. Los ministros europeos de medio ambiente y clima de 17 naciones firmaron una declaración pidiendo a los gobiernos que utilicen el “Green Deal”, una hoja de ruta sobre cómo reducir a cero las emisiones europeas netas de gases de efecto invernadero para 2050, como plataforma para los planes de recuperación de la UE. Al mismo tiempo, varias agencias multilaterales se están preparando para apoyar a los gobiernos a alinear eficientemente sus paquetes de estímulo a las preocupaciones climáticas.
El camino hacia una recuperación económica energéticamente sostenible
Por lo tanto, un paquete de estímulo debe centrarse simultáneamente en el corto plazo, garantizar el empleo para millones de personas y, a largo plazo, aprovechar el volumen de recursos para acelerar la transición energética.
El crecimiento en el consumo de electricidad que se ha estado produciendo a través de la electrificación del transporte y la generación de calor, se verá reforzado por la nueva tendencia en el trabajo a distancia. La mayor dependencia de la electricidad tendrá un impacto significativo en la naturaleza misma del consumo de combustible primario utilizado para su generación, acelerando la necesidad de reemplazar los combustibles fósiles con fuentes renovables. La adopción de tecnologías de energía renovable crea oportunidades de trabajo en toda la cadena de suministro. A nivel mundial, el sector empleaba a 11 millones de personas a fines de 2018, según la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA).
La gran limitación para el crecimiento de las fuentes renovables no convencionales ya no es el precio, ya que son más baratas que las energías fósiles, sino su intermitencia. Aumentar la flexibilidad del sistema eléctrico a través de inversiones en transmisión, almacenamiento (batería e hidrógeno verde) y responder a la demanda es la forma de acomodar cantidades crecientes de energías renovables.
El apoyo a la digitalización de los sistemas energéticos debería ser la segunda etapa del plan. La digitalización es fundamental para aumentar la productividad, la seguridad, la accesibilidad y la sostenibilidad de los sistemas energéticos. Con respecto a los generadores, transmisores y distribuidores de energía, la digitalización permite monitorear el sistema, determinar dónde hay problemas y adquirir los servicios y soluciones necesarios para mantener el sistema en funcionamiento, lo cual es cada vez más importante como se ve ahora en el caso de pandemia.
En lo que respecta al usuario, la digitalización permite a las personas elegir los servicios que necesitan o ayudarlos a convertirse en participantes activos en el sistema energético con sus propios proyectos, con sus propios recursos. La posibilidad de que el consumidor gestione su demanda es especialmente importante en un sistema con una gran cantidad de fuentes intermitentes. La digitalización es esencial para mantener este sistema energético cada vez más descarbonizado y descentralizado, funcionando de manera estable y accesible.
Dependiendo de las elecciones que hagan los países para la reanudación de la economía, el período posterior a la pandemia puede marcar un punto de inflexión en el ritmo de la transición energética.